¿Saldrá todo bien?

Entre paréntesis porque es importante preguntarnos si se lo estamos garantizando a las niñas, niños y adoelscentes de España y el mundo.

Como todos los colegas que conozco, en este periodo de confinamiento hemos seguido atendiendo en terapia virtual a todos los consultantes que veíamos antes del covid-19 y a otros, que a partir de esta crisis, pidieron ayuda. Una de los temas que atraviesan las conversaciones es el efecto que la convivencia intensa confinada tiene en la salud mental de todos nosotros. La crisis viral parece viene de la mano de otras amigas: económicas, laborales, familiares y de salud mental.

Hace dos días salí con los perros al parque más cercano para que pudieran hacer lo que en casa prohibimos y escuché gritos en un balcón, arriba de los juegos cercados para los niños. Cuando alcé la vista vi a un hombre mirando un celular en las rejas de su balcón. Primero pensé que estaba siendo testigo de una pelea entre sus padres. Luego los gritos de ella subieron de volumen y él se metió enfurecido y aventó la ventana que cerró haciendo mucho ruido. Me quedé esperando más tiempo de lo que generalmente suelo quedarme y cuando ella salió disparada empujada hacia las rejas del balcón, para rebotar contra los barrotes y volver hacia adentro, entendí que ese era mi límite.

Llamé a la policía mientras pensaba en todos los artículos sobre bio política que he leído en estas épocas de confinamiento, de cómo el mismo acto de quedarse obedientemente en casa es, desde esa perspectiva, ya la subsunción al sistema panóptico y de cómo la policía actuando en la vida privada es el colmo de la intervención del estado en el universo de lo íntimo.

Di todos los datos que tenía en el momento, lo que veía y había oido por el balcón desde que llegué al parque, la dirección, el color de ropa que vestía él, el color de ropa que vestía ella.

En cinco minutos estaba la policía mirando lo que estaba pasando y pensé lo que pienso cada vez que me pasa por la cabeza el dilema de intervenir o no  en asuntos de otros, que son del orden de lo privado. El dilema no es tal porque también y sobretodo ahora  lo privado es siempre  político.

Si todos consideramos esto así, no se permitirían los secuestros de tipo “es mi novia, ahora lo resolvemos en casa” ni los feminicidios en donde post mortem, declaran los vecinos que si que oyeron gritos, pero «priorizaron la libertad de la pareja de lavar sus trapos sucios en casa».

Ese mismo día por la noche, mientras doblaba ropa recién lavada me topé con un reportaje de la sexta sobre el número de niñas, niños y adolescentes que han denunciado violencia en sus familias en este momento. En España una de las actividades que hemos propuesto los adultos a las niñas y niños es que dibujen  un arcoíris con la frase «todo saldrá bien» para pegarla en las ventanas, pero por cada día de aislamiento, crece la violencia de los adultos hacia ellos. Sólo en la semana del 23 al 30 de marzo, el chat anónimo y confidencial de la Fundación Anar en España ha recibido 270 peticiones de ayuda de niñas, niños y adolescentes, 173 de las cuales corresponden a casos de maltrato grave. Si el día 23 los casos de violencia ocuparon el 36% de las consultas, el día 31 subieron al 40%. Apenas el 1 de abril un niño de 11 años en el madrileño distrito de Puente de Vallecas llamó a la Policía porque su padre cerró la puerta de la casa «pillando el brazo de su madre a la que además, golpeaba a puñetazos». Ante la escalada de ansiedad, lo más fácil es maltratar a los vulnerables. Un 3.5% son agresiones sexuales: https://www.elmundo.es/espana/2020/04/01/5e84c793fdddffd0538b4641.html

No podemos darnos el lujo de no mirar ni escribir sobre el lado oscuro de esta luna. A pesar de que todavía se le puede ver el lado luminoso, si buscamos, a esta experiencia colectiva que entre otras cosas resultó ser una bofetada contra la soberbia humana.

Sigue siendo significativo el momento en que, la España que puede porque tiene ventana o terraza o balcón o agüjerito que mira al exterior, sale a aplaudir lo aplaudible de las personas que siguen trabajando cuidando niños, viejos o enfermos y/o cuidándose a ellas mismas, para no ser un estresor más al interior de su colectivo, sino un participante que contenga y abrace a otros, en los momentos de más angustia.

Cuando esto sucede el himno que sale de los balcones a todo volumen se ha vuelto la canción Resistiré, que en su letra dice: «soportaré los golpes y jamas me rendiré», popularizada por el Dúo Dinámico (Ramón Arcusa y el músico Manuel de la Calva). Gracias a  mi abuela Marxina supe que  la  letra sin embargo no es de ellos sino de Carlos Toro Montoro, hijo de Carlos Toro Gallego.

La canción estuvo escrita pensando en este hombre, militante del Partido Comunista de España (PCE), comisario de la 2ª división del Ejército Popular de la República en la Guerra Civil Española encerrado 30 años en prisión.

El tema describe la soledad en una celda, el miedo a no saber qué te va a pasar, los abusos y malos tratos que sufrían los presos políticos sin saber si mañana van a estar de cara a un pelotón de fusilamiento. Muchos fueron asesinados y otros, como el padre del autor después de muchos torturas, volvió a su casa.

Ojalá de esta crisis también salgamos fortalecidos, niños y adultos a cargo. Pero también ojalá, la prevención del mal no siga favoreciendo que venga de la mano de otros monstruos amigos como la violencia y el abuso, tan dañina o más, que los microscópicos de los que “nos estamos cuidando”. La comparación con la guerra y el encarcelamiento cuando se eligió cantar Resistiré todas las noches por los balcones, no es banal. A la sociedad civil organizada que somos, no puede olvidársenos nunca que sub estimar la “guerra” de lo privado, para salvarnos de la “guerra en el espacio público” no puede ser nunca la mejor estrategia. Ojalá no solo resistamos sino también nos reinventemos. Nos urge.

2 comentarios

  1. Gloria López
    abril 10, 2020

    Excelente contribución y desde luego, no nos consideramos en prision, pero si desde el punto de la «no libertad » como poder adaptarnos y reinventarse.

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    1. Andrea
      abril 13, 2020

      Gracias Gloria, un abrazo

      Responder

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