Mujeres malas que se travisten y prostituyen y ganan el premio Sor Juana

 

El libro y la autora que ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz de literatura en 2020 que concede la Feria Internacional del Libro de Guadalajara me interpeló de inmediato. El premio tiene la finalidad de reconocer el trabajo literario de mujeres en idioma español de América Latina y el Caribe y cada año se galardona una novela publicada en español el año anterior. Cuando leí la noticia de que “era una buena noticia para las letras argentinas”  me quedé pensando que también lo era, y muy buena, para las mujeres feministas pues el premio se lo dieron por primera vez a una escritora trans, Camila Sosa Villada. En este libro ella narra en primera persona la historia de un grupo de mujeres travestis en Córdoba, Argentina que ejercían la prostitución en el parque Sarmiento y desde el principio ella situó la historia como propia.

Me tomé ese premio como el pretexto que necesitaba mi cerebro para ir a conocer la nueva librería de Madrid especializada en literatura latinoamericana Lata peinada y me auto limité a comprar únicamente ese libro. Haber logrado esa única compra en esa  cueva de tesoros y «joyitas»  fue un milagro del que todavía estoy orgullosa.

Lo que acabó por confirmar que necesitaba tenerlo fue lo que decía la contra portada: era “una crónica distinta de todas” en la que “convergían las dos facetas trans que más repelen y aterran a la sociedad bien pensante: la furia travesti y la fiesta de ser travesti”.

  Ayer terminé el libro y supe que iba a necesitar escribir sobre él. La autora es grande en su pluma y tiene un estilo narrativo muy propio. Como dijeron las notas que dieron la noticia “su texto es rudo y a la vez hermoso”. Pero mi necesidad de sacármelo del organismo tenía que ver con que busqué durante todo ese laberinto de mico historias, amistades, recorridos, lealtades y soluciones, “la fiesta” que me había prometido. También buscaba “la furia” . Quería con todas mis fuerzas encontrar la parte luminosa de una atmósfera que generalmente se presenta únicamente como sórdida.

Me acuerdo que de adolescente me preguntaba angustiada por qué todas las películas de relaciones homo eróticas terminaban en tragedias individuales y colectivas invariablemente. Las amantes se suicidaban, se separaban o eran asesinadas y los hombres morían de sida. Hubiera agradecido ¡tanto! un abanico más amplio de destinos.

Las malas, de Camila VIllalda narra momentos bellísimos entre ellas, da fe de emociones intensas y conmovedoras entre la matriarca trans y un bebé abandonado en una cuneta al que le salvan la vida y educan como hijo. Expone las vulnerabilidades de las protagonistas así como sus recursos de red para cuidarse entre los arbustos y oscuridad del parque, sin embargo «la fiesta y la furia de ser travesti» se ve que tendrán que esperar.

Frente a nuestros ojos estupefactos son vejadas por sus padres y madres, violadas por autoridades, burladas por clientes, drogadas, utilizadas como mulas por sus parejas, manoseadas por la policía, asesinadas por los vecinos y, ante la pasividad de sus cuerpos impotentes, quienes nos llenamos de furia me temo que solo seamos algunas lectoras. 

No quiero decir que la novela debió hablar de lo luminoso si no existió, ni siquiera porque lo prometía la contra portada. Lo que quiero sacar de mi es la sensación horrible de que el mundo es ese lugar que ahí se narra, aunque lo sea. Quiero aferrarme a la idea de que puede ser distinto y que el hecho de que el cine y la literatura denuncien las realidades terribles, cuando de la población LGTBI+ se refiere, no quiere decir que sea destino existencial de nuestros colectivos.

El Festival Ñ de literatura de Madrid juega en 2020 con las palabras utopía y distopía. En su introducción Jesús Ruiz Mancilla dice que necesitamos otras salidas al bucle de la desesperanza. Necesitamos no renunciar a la aspiración de ser mejores. Dice que invita a resistir  la idea de que somos demonios y quiere que volvamos a buscar la  luz «de la indispensable utopía”. 

Leyendo a Camila no me queda duda que como humanidad somos bastante más monstruos que ángeles y que para algunos esa monstruosidad implica la muerte. Pero también hubiera querido que Camila confirmara que esa no es la  única cara.

Escribo para poder dormir. Dejar en blanco y negro el agradecimiento a la autora por esa entrañable novela de horror y la invitación a que en otro momento ojalá, quiera hablar de la fiesta y la furia. Seré la primera en encontrar un pretexto para ir corriendo a leerla.

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