Felicidad obligatoria y existencia navideña

Llegamos al encuentro de nuestras navidades o fiestas algunas veces con expectativas poco realistas; deseando profundamente que las relaciones violentas, racistas, machistas, homo y transfóbicas, gordofóbicas en fin, normalizadas, se pudieran este año sí, esfumar en las fiestas. No es poco frecuente que en la atención terapéutica post fiesta, nos encontramos frustradas y tristes no solo porque no somos felices como el resto de la humanidad que claramente lo es, en redes, sino porque también reconocemos violencias invisibilizadas al interior de nuestros entornos. 

“Comprar no es terapia” pero se espera que salgamos felices a reglar y felices recibamos los regalos de los demás.  A veces los intercambios van en contra de la básica viabilidad económica en tiempos precarios de trabajos y contratos basura.“Tragar más de lo que nos gustaría en todos los sentidos; situaciones y conversaciones incómodas, invasión de nuestros cuerpos, violencias patriarcales implícitas y explícitas, reactivación de heridas, recuerdos dolorosos o conflictos familiares”, como dice Mónica Marin, no es indispensable. 

Reivindicar la fiesta desde el feminismo no es hacer piscopedagogía en género al interior de nuestros espacios, sino priorizar el cuidado de los vínculos respetuosos y el auto cuidado por sobre los intercambios impuestos. Que un miembro del sistema haga algo diferente cuando se presenta la oportunidad, es suficiente.

La presión social por ser felices es una imposición más de la industria que pone el consumo, y no la vida relacional, en el centro. Apostemos por ser lo que sintamos ser y que este periodo sea un refugio y oportunidad para conexiones significativas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *