Ideología bronca de género

La ideología bronca de género

Por: Andrea Angulo Menassé

Acostumbrados a políticos acartonados caracterizados por una oratoria preconstruída y un tono plano de una rigidez dormitiva, los mexicanos a veces aplaudimos a aquéllos que se atreven a cambiar el estilo y dejar  el modo tieso que opera como mecanismo para no develar en su discurso improvisado su profunda ignorancia, prejuicio o desinformación.

Se sabe que una de las ventajas del expresidente Vicente Fox frente a sus opositores fue su tono presuntamente franco y su supuesta personalidad llana porque proyectaba el mensaje de que era una persona que hablaba como pensaba. Para cierto porcentaje de la población esto representó la esperanza de que trabajara para otra fracción de la población que no fueran los “peces gordos” como él mismo les llamaba.

Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, ex gobernador de  Nuevo León parece que acusó de recibido y ha utilizado el mismo tono desenfadado, presuntamente espontáneo y  “honesto” que en su momento funcionó al panista. Y es que en un contexto tan absolutamente corrompido, fraudulento y cínico, alguien que aunque sea “parezca” menos simulado puede generar cierto oxígeno en la mirada de algunos ciudadanos hastiados.

Sin teleprompter y con el desparpajo que probablemente él quisiera que se valorara como “humor”,  El Bronco declaró en Zacatecas, donde racababa firmas para su candidatura: Mi caballo no me cuesta mucho, mi caballo come zacate, alfalfa y aquí hay y un bulto de alimento por semana. Entonces mi caballo anda conmigo como anda mi vieja y come menos que mi vieja, entonces me sale mucho más barato mi caballo que mi vieja.

 Frases esponténeas como éstas en el escenario político mexicano desgraciadamente no han sido privativas de este particular bronco; representan un fenómeno repetitivo y sistemático que parece querer recordarle al mundo que a pesar de todas las luchas y avances, sigue habiendo un núcleo duro que ha logrado anclarse en una interpretación del mundo previa a los derechos humanos.

Pues lo que espontáneamente “le sale del corazón” tiene efectos no solo en la reproducción social del patriarcado sino en la ya epidémica violencia de género, y es que resulta que mientras el Bronco hacía éstas para él ¿“simpáticas”? declaraciones, los medios de Nuevo León reportaban que en la primera quincena de 2018 ya hay cinco feminicidios reportados en esta entidad.

Es indispensable reflexionar cuál es la responsabilidad de los actores políticos cuando se atreven a seguir “bromeando” a partir de la idea de que las mujeres  son objetos de su propiedad que están allí para “andar con ellas a todas partes” a pesar de que “coman más que los caballos” dado que se ha confirmado (Segato, 2016) que la reificación de cualquier persona es uno de los prerrequisitos de la violencia  y reproduce las premisas básicas que la sostienen.

Las mujeres que le tuvieron que explicar al expresidente Vicente Fox que “a las mujeres no nos gusta el calificativo de lavadoras de dos patas, ni de dos pies” (Barradas, 2006) es un  ejemplo de cómo ideologías broncas han sido más bien la norma y no la excepción de la “esponteneidad” política de nuestros gobernantes. No es nuevo que ante la necesidad de improvisar respuestas inteligentes ante contextos poco controlados, a muchos de los tomadores de decisiones se les transparente su grotesco analfabetismo.
Para prevenir que esto le sucediera entre los “intelectuales” de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, asistió llevando físicamente tres libros que presentó como sus favoritos. Después de bromear con títulos como: “Cómo tener doctorado en sensiblidad haciéndose de la vista gorda”, pasó a nombrar sus verdaderos referentes entre los cuales “El libro vaquero” era el título que cerraba con broche de oro.

Desgraciadamente, como en tantos otros fenómenos, la ideología bronca de género no se resolvería si el bronco se educara, en tanto que es solo la punta de un iceberg de raíces estructuralmente sumergidas en el hábitus de los participantes del debate público. Identificar la violencia simbólica en el discurso de todos aquellos que reivindican las peores premisas del patriarcado, sobre todo si pretenden representar a los y las ciudadanos en elecciones, es una obligación que no debíamos obviar.
Seguir valorando positivamente la intención de los aspirantes de abandonar el dejo y principio dormitivo para darle lugar a un tono menos rancio a la política pre electoral no quita sin embargo que también empecemos a exigir que lo que espontánea y “naturalmente” pronuncien, deje de ser apologético de una ideología que legitima y naturaliza la violencia a partir de la objetivización del otro.

Parece que de esto el país ha tenido suficiente cuando se ha normalizado incluso que se deje de hablar de personas con nombre propio y nos veamos compelidos a habituarnos, salud mental de por medio, a saber cada vez más sobre cuerpos inertes no identificados  y fosas clandestinas.

@LNDiversidades

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